Lo describe Moustaki cuando escribió:
“Es con mi facha de extranjero… con mis cabellos al azar… con mis ojos medio abiertos que hablan de mares y desiertos… que te invitan a soñar. Y con mi piel que se ha quemado bajo ese sol y se ha entregado a los mil juegos del amor”.

Don Leobino y Bernardita

Don Leobino Araujo es un caballero adulto. Caballero en todo el sentido de la palabra. Acaba de perder a su mejor amigo, pero la vida lo compensa con un regalo inesperado. Hombre de prestigio en la comarca, conocedor de amores y amoríos se involucra en lo que sin duda será su mejor aventura.

Bernardita, joven recién repatriada luego de finalizar sus estudios secundarios en Europa se encuentra a punto de que se cumpla su plazo limite para cumplir su fantasía. Se cruza con Leobino a quien elige como el vehículo para llegar a la meta que se propuso.

Lo que se le ofrezca

José Francisco o “Pepe Chico” o “El Patrón” según quien se dirigiera a él, es un muchacho veinteañero dueño, junto con su amigo, de un emprendimiento en la capital de un país centroamericano. Pasando unos días de vacaciones en un remoto lugar de la costa se ve involucrado en un romance inimaginable en su cultura. El hecho le cambia la vida.

Bolido

Ofelia, apodada “Pleito de perros”, es una mujer de un metro cincuenta y tres de altura con aproximados cuarenta kilos que pertenecen más a la osamenta que a las carnes que a esos huesos esta pegada. Es quien le vende a un sinnúmero de los habitantes del puerto, la fantasía de que una tarde si su apuesta fuese la ganadora dejarían la miseria.

Isabela, hermosa mujer de un metro setenta y ocho de la mollera a la planta de los pies... descalza, de caderas anchas, aunque moderadas y busto desbordante como apetecía en la época, debía competir con Ofelia para mantener el reinado de los lupanares y ser respetada entre los comerciantes del caribeño puerto.